“(…) Y un tipo o polo esquizo-revolucionario que sigue las líneas de fuga del deseo, pasa el muro y hace pasar los flujos, monta sus máquinas y sus grupos en fusión, en los enclaves o en la periferia, procediendo a la inversa del precedente: no soy de los vuestros, desde la eternidad soy de la raza inferior, soy una bestia, un negro.” (Deleuze & Guattari)

miércoles, 14 de enero de 2015

Conquistar la soledad como acto de negación a SER

Preguntarse cual es la soledad es preguntarse cual es la libertad, no hay entendimiento exacto de una o la otra más que en el imaginario de lo abstracto, aún así parece haber un fuerte deseo de ambas cuya producción deseante inevitablemente estará al lado de la fuga y del exilio, esto porque tanto la libertad como la soledad se encuentran en el campo de lo prohibido.
Desear la soledad -y la libertad- es desear la destrucción y la negación de lo establecido, es negarse a participar en la sujeción que nos exige ser sujetos en determinados parámetros de normalidad, es oponer la nada frente al todo. Precisamente se teme a la soledad porque es destructiva, es el conflicto inmediato con todo lo que soporta el mundo de la razón. Temer a la soledad es temer perder la razón; se teme perder la identidad: el SER teme estar solo porque al encontrarse como tal se producira el caos al despojarse de su reconocimiento como SER (no habrá nadie que le reconozca como un YO) y es por esto mismo que conquistar la soledad es tan revolucionario como aquella conquista del pan (se quiere el pan por el deseo de los oprimidos), la soledad es el contrario del mundo del SER, por esto mismo el solitario es su contrario, nunca un ser o un individuo (no dividido), el solitario es el fugitivo del mundo de los nombres propios, nadie buscara al solitario, nadie conoce al exiliado y es porque el no es él, es nadie.

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