Víctor Montoya es un joven estudiante, deportista, que pasó más de un año en la cárcel tras ser acusado de instalar una bomba en una comisaría. Su familia y distintos grupos ciudadanos y no, iniciaron potentes campañas solidarias durante todo el proceso (hasta yo mismo habré pegado algún afiche por la libertad de Montoya). En el fondo todos sabíamos que Víctor era víctima de un montaje mediático-policial, no porque el joven fuera sano y sólo los insanos ponen bombas, sino porque las pruebas que presentaba la Fiscalía eran para reír -cuando no eran adulteradas-, hecho que quedó demostrado luego de que Montoya quedara absuelto por segunda vez, absolución que ya no permitirá que se le acuse del mismo delito.
Lo que llama la atención de este caso, más allá de su significante política, fue la gran adhesión ciudadana-solidaria que tuvo, cuestión que no sucede con otros presxs acusados de lo mismo, ¿tendrá relación con la fabricación de la imagen de joven sano, estudiante, deportista, que la familia de Víctor Montoya presentó a los medios masivos?, tal vez, el hecho es que por Montoya se solidarizo porque resultaba conveniente defender a un joven de familia, rebelde porque es joven.
Es una alegría la salida de cualquier presx politico desde las cárceles, este caso no causa menos alegría, obviando que no tengo afinidad alguna con Montoya o con sus discursos poco solidarios con otrxs presxs. Lo que discuto no es su caso, sino la falta de solidaridad con otros presxs, ¿por qué no se solidariza igual que como con Montoya, con Hans Niemeyer, Nataly Casanova, Juan Flores, y hasta por el niñx prisionero del Sename? Bien por Montoya, pero acá hay mucha hipocresía ciudadana en gente que solidariza cuando se puede apelar a nociones propias de la justicia, o cuando el preso es un estudiante sano, y no un niñx drogadicto del psiquiátrico. Eso discuto. Abajo todas las cárceles, especialmente las intangibles.