Participo en el trabajo asalariado por razones obvias, y soy proletario, sin privilegios ni títulos que me avalen en nada.
Mi ultima experiencia con el trabajo fueron tres años, conocí las peores humillaciones a las cuales los esclavos modernos pueden llegar a ser sometidos, pese a eso me esforcé por ser la piedra en el zapato incluso en el engranaje del cual dependía económicamente, obviamente todo termino en un despido. Pero no puedo dejar de mencionar aquella detestable persona que era mi jefe, la que con algunos compañeros asalariados apodamos “el panóptico” (en relación al significado filosófico-político que le dio Michel Foucault, el que algunos ahí conocíamos), todos los jefes del mundo deben ser iguales, mi experiencia es como con tres y no ha sido diferente, pero recibir ordenes de la misma persona durante tres años es algo distinto. Recuerdo el trato denigrante que tenía contra los más callados. Cuando recién entre a ese trabajo en el cual ejercía el puesto de “barman”, supe que estaba despidiendo una trabajadora por estar embarazada, quien estaba trabajando sin contrato y por siete mil pesos diarios. Hasta ahora sigue justificando y realizando abusos desde su condición de dueño del bar-restaurante, en su discurso muchas veces celebraba no ir a colación como un compromiso y una “puesta de camiseta" con su empresa, nos pedía que no firmáramos algunos días el libro, no nos pagaba horas extras, falto el respeto innumerables veces con las palabras propias de un fascista. Era un trabajo de noche, daba mil pesos para la locomoción a las cinco de la mañana (y te los podía quitar si te atrasabas en llegar al inicio), ofrecía colaciones que no valían más de trescientos pesos y eran la indecencia hecha comida. Dueño de una empresa que se disfraza de cultura y entretenimiento pero que tras bambalinas suceden los peores abusos contra los trabajadores. El panóptico es solo un ejemplo de todos los miserables patrones del mundo. Yo cuento mi experiencia por odio al trabajo y para mi propia bitácora política que pueda llegar a fomentar la solidaridad entre nosotros mismos: los trabajadores. Me he topado con aquellos que defienden a sus amos, los sapos y lamebotas del patrón, ellos que para mi son los más cobardes. Si no estamos unidos en contra de la explotación, caeremos divididos y pobres. No hay que olvidar que hay compañeros que se están suicidando a causa del abuso del cual son víctimas en las empresas que trabajan, uno de ellos era Rolando Venegas Yáñez, quien responsabilizo de su suicidio directamente a “el perro”, como se apodaba a su patrón.
Tampoco pongo mis esperanzas en la organización sindical, casi toda corrupta o atrapada bajo la burocracia legislativa chilena, ni siquiera en los organismos públicos de defensa laboral, pongo todas mis cartas en la organización clandestina de los trabajadores en las empresas, en el sabotaje, la recuperación y la autodefensa.
Si quieren seguir explotando, mejor que exploten ellos.
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