“el ocio es la revuelta, la peor de todas, en un sentido,
pues espera que la naturaleza sea generosa como en la inocencia de los comienzos
y quiere obligar a una Bondad a la que el hombre no puede aspirar desde Adán”
Foucault
A nadie le sobra la plata, aunque el dinero sea un
sinsentido y una realidad ficticia, en el capitalismo tener plata lo es todo y
por supuesto que si trae la felicidad, esto porque la felicidad es solo un dato
estadístico y objetivo construido a través del deseo reaccionario de capital,
de reconocimiento y necesidades varias, no hay nada romántico e ideal en lo que
llaman felicidad. Trabajar para tener plata no es un asunto que dignifique ni
al proletario más obediente, sino solo una obligación real para aquél que aún
no desea la fuga en la muerte o en la ficción. Es aquí cuando aparece el
mendigo como un desertor al trabajo como fuente de todas las afecciones al cuerpo
y a nuestras potencias; el mendigo no debe ser entendido como un individuo, ni
un ser personalizado sino como la significante fugitiva real al corazón del
sistema, de la misma manera que nadie entiende al obrero como un ser individual
e independiente de su clase, el mendigo no es ajeno a la maquina social encontrándose
en la periferia de la sociedad, no fuera de ella.
Todos odian al mendigo, en el siglo XVII lo acercaron junto
con ociosos, míseros y pobres a la locura, se le encerró en hospitales
represivos, en el nombre de la filantropía condenaron su ignorancia y
mendicidad, más tarde se trató de incluirle a la centralidad de la sociedad a
través de las casas de trabajo forzado, se dijo que se les enseñaba a leer, a
escribir, a contar, a ser honrados y decentes pero esto solo se trataba de un
proceso de normalización y supresión de cualquier tipo de fuga de la norma que
aún no termina.
Para nadie es un gusto encontrarse con el mendigo, no quedan
muchos pero los que quedan no son sujetos ideales ni enmarcados en campos
románticos, simplemente la respuesta periférica al corazón de todos los males.
Si de verdad hay un asunto molesto para el ciudadano y el proletario obediente
es que un desconocido le pida plata, aunque por supuesto no es igual cuando un
estudiante blanco recién entrado a la universidad se acerca a pedirle dinero, aunque
claro, se trata del futuro del país y el otro la revuelta.
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