Conocí un viejo borracho que ha sido patologizado de alcohólico desde que tenía veintidós años, ahora tiene 72, lleva cincuenta años cargando el juicio de algunos médicos, de sus familiares y de sí mismo, a veces. Este viejo no había sido violento en sus cincuenta años bebiendo (probablemente miente en algún grado) pero insiste en que ha sido autodestructivo consigo mismo. Ahora vive solo, recuerda a su ultima esposa muerta con amor y ternura. Tiene dos hijas, una de ellas, la menor lo lleva todos los jueves a un centro de rehabilitación por su supuesta adicción, pero el viejo solo va para convencer a su hija que esta alargando su existencia. El viejo ya no dejo ni quiere dejar el trago, esta convencido de que solo bebiendo en su vejez puede ser feliz. Tiene dos compañeros, se juntan los domingos a beber, los tres están jubilados y pobres. Para el viejo no hay día más bello y romántico que el domingo, el resto de la semana exceptuando el jueves y el sábado bebe solo. Los domingos llevan siendo en términos de lo superlativo -para él- sus mejores días. Desde joven ha elegido el domingo, antes posiblemente era cristiano y se daba el descanso de dios, ahora claramente no lo es. Lo que sí, existe algún tipo de acuerdo y lealtad con sus dos amigos para beber todos los domingos, generalmente en la casa del viejo, no se llaman pero se encuentran ahí todos los domingos a las 20:30. En sus últimos años de vida come solo lo necesario, no por desinterés sino que maneja tan poco dinero por haber sido obrero toda su vida que si comprara más de lo que come no podría beber cómo lo hace y ya no es una edad para preocuparse del estomago.
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