“(…) Y un tipo o polo esquizo-revolucionario que sigue las líneas de fuga del deseo, pasa el muro y hace pasar los flujos, monta sus máquinas y sus grupos en fusión, en los enclaves o en la periferia, procediendo a la inversa del precedente: no soy de los vuestros, desde la eternidad soy de la raza inferior, soy una bestia, un negro.” (Deleuze & Guattari)

jueves, 2 de octubre de 2014

Odio al Hombre

En estos tiempos donde la biopolitica logra su prometido; naturalizar, parece necesario escoger un bando, en ese caso me inclino a odiar esa ilusión y realidad que llamamos Hombre. Si antes todo se quedaba en una asignación forzosa de género o identidad, hoy día su propia falsa crítica es un dispositivo performativo y policial de la identidad, ese iba ser el triunfo del biopoder. Cuando la mujer que supone ser crítica se sienta (¿sentir?) y regocije de “ser” mujer, cuando “ser mujer” sea bandera de lucha, o la vagina con las flores de colores sea equivalente a un monumento falocéntrico, creo que haría falta pensar en Simone de Beauvoir cuando decía –“ No se nace mujer: llega una a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la civilización en conjunto es quien elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica como femenino”. 


La verdadera resistencia de dejar de ser mujer es también acompañada de la subversión contra los arquitectos sociales: los hombres. El abandono del género binario es la negación de sus privilegiados, los hombres. Si los dispositivos mediáticos promocionan un feminismo amoroso y respetuoso con los hombres, no es casualidad, se quiere entregar el mensaje de reconciliación entre el amo y el esclavo, así se mantiene el orden del macho. El feminismo que aboga por respeto funciona como mecanismo patriarcal, no ataca al privilegiado, y le es funcional. 

Odiar al hombre como rechazo de su orden, y mucho más de su estado de las cosas, es una postura de disidencia. Poco deberían importar los que se ofenden después de que abrazaron regocijados su masculinidad privilegiada frente a una feminidad de producto. Todo es una construcción, es cierto, pero no es así sin un fin político, si la locura es objetivada se pretende su dominación por la cordura. Si se construyen dos géneros, se pretendió establecer la normalidad de uno y lo desviado del otro, y así se fortalecieron las nociones de hombre y mujer a lo largo de su historia, entonces tiene sentido odiar al tirano. Dejar de ser hombre, si, pero para después odiarlo y atacarlo. 

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