“(…) Y un tipo o polo esquizo-revolucionario que sigue las líneas de fuga del deseo, pasa el muro y hace pasar los flujos, monta sus máquinas y sus grupos en fusión, en los enclaves o en la periferia, procediendo a la inversa del precedente: no soy de los vuestros, desde la eternidad soy de la raza inferior, soy una bestia, un negro.” (Deleuze & Guattari)

domingo, 28 de septiembre de 2014

Huir de lo social, volvernos fugitivas en guerra

"Abandona el barco, no porque se hunda, sino para hacer que se hunda." (TIQQUN) 

Cuando nuestro manifiesto es un llamamiento y ejercicio de guerra contra la sociedad, no lo declaramos tan solo un sentido metafórico, o quizás podría serlo en los términos de que la sociedad como tal es una ilusión ficticia, ya que no entendemos por sociedad una forma estática o algo determinado, lo que llaman sociedad es un constante desarrollo de relaciones, constructos, disciplinas y producciones de verdad. La guerra que proponemos pretende e invita a desfigurar este tipo de sujeciones por las cuales funcionan esas relaciones productivas, es un fin en sí misma, no parte de la antesala de un programa de revolución siguiente. Cuando hablamos de la guerra, hablamos de la revuelta, no lo hacemos solo en un sentido práctico de violencia subversiva, sino mucho más como la suma de espontáneas lineas de fuga de lo social; huir de la sociedad como acción de guerra y no de indiferencia. Devenir anónimo, desidentificarnos en una constante desubjetivización. Una huída parecida a la que nos decían Deleuze y Guatarri sobre la locura –“…la fuga esquizofrénica no consiste tan sólo en alejarse de lo social, en vivir al margen: hace huir lo social por la multiplicidad de agujeros que lo atraviesan y lo roen, siempre apresándolo, disponiendo por todas partes las cargas moleculares que harán estallar lo que debe estallar, caer lo que debe caer, huir lo que debe huir, asegurando en cada punto la conversión de la esquizofrenia como proceso en fuerza efectivamente revolucionaria.”. Ser fugitivos implicará deformar, pervertir, buscar aliadas, desviarse de la norma social, practicar la indisciplina, el vandalismo, la delincuencia… no por el significado que le otorgan el consenso ético o los dispositivos mediáticos, más bien por la resistencia que ejercen. La guerra que adherimos es monstruosa, no bella, resentida, no romántica, politiza nuestra miseria. La guerra altera, no protesta. Practicamos la guerra que nos vuelve a las putas, marginados, locos, criminales, pervertidos, deformes, en potencias del incendio contra Todo. La guerra es el conflicto, y lo decimos muchas veces; nuestra única propuesta es el conflicto.

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