Los despliegues del poder mediático y su conjunto de dispositivos productores de subjetividad a nivel de inconsciente construyen una contingencia, no importando un elefante en la habitación configuran un escenario espectacular productor de verdades públicas, difusión de imagenes y una serie de cuestiones asociadas a la realidad mediática del momento tales como discursivas y flujos de información.
La explosión con heridos de la bomba del 08 de septiembre en la galería comercial SubCentro de la estación Escuela Militar del Metro de Santiago ha sido el nuevo objeto para la fabricación de una contingencia espectacular y mediática donde participan todos (y ahora con mal gusto nosotrxs). Pareciera que con ciertas influencias de las pedagogías cinematográficas se ha levantando un tema de sensibilidad social que invita a todos a ser jueces, inclusive los supuestos antagonistas de la sociedad han salido a lavarse la imagen frente a las discursivas mediáticas que se difunden por los canales validados, algunos idiotizados por estar tanto en escena se han ofendido con cierto reportaje de la prensa burguesa (¿qué esperaban?) al punto de volverlo asunto jurídico, otros –y no solo los fascistas declarados- se suman al juicio persecutor del nuevo enemigo de moda, sí antes había que linchar al pedófilo, hoy día vale más construir un juicio público desde todos los frentes contra quien(es) instalo la bomba, no como hecho con significantes a analizar en profundidad, sino como asunto de consenso ético-moral, producción de sensibilidades mediatizadas y tema país.
Montaje o no. Poco nos importa, menos aún caer en la dicotomía absurda e infantil de la izquierda sobresocializada –y a veces”libertaria”- que se discute en sus foros internos sí la bomba es anarquista o fascista, pero por supuesto para la mayoría de los que llamaremos tele-anarquistas por razones de imagen mediática vale la pena configurar un anarquismo higienizado, limpio y puro que jamás utilizaría el terror para sus fines, y bajo esa misma lógica de lo mediatizado tiene funcionalidad la justificación del anarquismo social que homogeniza la propia anarquía ignorando -entre la heterogeneidad anárquica- visiones resentidas y marginales producidas, y además disidentes en varios sentidos de este discurso público y complaciente con el consenso ético. Por otro lado, el acontecimiento de la bomba no se discute entre los anarquistas u otros por una sensibilidad innata a los heridos (o se tendría la misma por cada hecho peor que ocurre), sino porque se está participando en la contingencia que han fabricado las instituciones destinadas al flujo de imagen y realidad mediática, cuestión –y no otra- que este texto critica.
Sería propio de un falso crítico ignorar la producción subjetiva de resentimiento, muchas veces manifestándose en las peores circunstancias por un conjunto de razones que vendría mejor analizar libre de juicio. Y aunque la bomba posiblemente no responda a un resentimiento, tampoco querríamos jugar a la especulación, razón por la cual que ni juicios mediáticos ni reivindicaciones infantiles anunciaremos. Le dejamos esa tarea a los medios de comunicación masiva, a los ciudadanos y ahora a gran parte de los compañeros que juegan a ser opinantes del tema país mientras hay un elefante en la habitación que mirar.
¡Guerra al Espectáculo!
Algunxs rizomas.
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